Por una vez
Comienza el curso, se acaba la calma propia del verano y todo parece
despertar de ese letargo. Sea la que sea la forma en la que uno se ha
mantenido alejado durante el período estival, ahora vamos dando
pasos de vuelta. Ya hay más ruido, menos aparcamiento, más
movimiento. Yo siempre he vivido este tiempo como mi particular fin
de año, diciembre nunca ha significado nada para mí, este es el
momento del año que realmente tiene sabor a comienzo, a regreso. Es
en estas semanas anteriores en las que me he planteado qué puedo
hacer con mi recién estrenado año, qué espero y qué actitud
tomar antes algunas circunstacias personales y generales. Así que es
la época en la que me pregunto qué me aguardará a vuelta de
calendario y en esas me quedo atrapada un tiempo.
Sencillez. Es lo que pido a aquellos que nos gobiernan. Nada de privilegios. Hacer su trabajo
con dedicación y sin aspavientos. No son actores de cine, no tienen
por qué lucirse en las inauguraciones como los señores feudales
repartiendo grano a sus vasallos cuando se sentían generosos. ¿Nos
hemos parado a pensar qué gasto supone la visita de un político a
una obra? Los responsables se pasan días "poniendo presentable"
la obra, trabajadores dedicados exclusivamente para que el político
de turno "vea bonito" la construcción y se haga la foto
como si fuese mérito suyo, como si fuese una aportación del
partido. No señores, es dinero de las arcas del Estado, no de sus
sobres. Y no vamos a hablar de la seguridad y los gastos, además de
los inconvenientes que ocasionan a la continuación de la obra.
No puedo entender a qué vienen esos aires que se dan, esa
fastuosidad de la que se rodean en cualquier acto. No son más que
asalariados públicos, trabajadores al servicio de la sociedad y del
bien común. Aunque con esos sueldos y esos privilegios que se toman,
normal que se crean estrellas de fútbol. Una sociedad que se
construye cada día, una sociedad a la que le pido compromiso.
Compromiso. Un compromiso que vaya más allá
de esa cita cada cuatro años con las urnas. Un compromiso que no se
diluya cuando la crisis no nos toque personalmente. Los políticos
corruptos no empezaron ni a robar ni hacer negocio ayer. Nosotros
también estábamos ahí viendo como se enriquecían y no dijimos
nada porque nuestros derechos no estaban siendo arrasados como ahora
o nuestros bolsillos tocados como está sucediendo en este momento.
Esos políticos cercanos, alcaldes de nuestro municipio, concejales
que duplican cargos, que colocan a familiares y amigos no son una
novedad. Y aún así, viendo como robaban, como dilapidaban los
fondos públicos que, al contrario de lo que se piensa, no es que no
sean de nadie, es que son de todos; siendo testigos de todo esto,
cuando la justicia los asediaba, como si fuera un gesto de defensa,
como si nos tocasen el orgullo, cuando esos políticos con nombres y
apellidos vuelven a presentarse a las elecciones -porque sus partidos
no toman la decición de mantenerlos al margen mientras haya una
mínima sospecha sobre su moralidad- les volvemos a votar, como si
defendiéramos algo nuestro. Cuando lo único que nos pertenece a
todos, es el dinero que han robado. La gente no parece tener claro
que posiblemente sus hijos tengan menos parques y guarderías en
sus barrios, precisamente porque no da para tanto el presupuesto
municipal: tanto robo y derroche es caro de mantener.
Las cosas están como están porque todos hemos colaborado en ello,
porque nunca nos ha alarmado que aquel político cobre tanto, que
tenga no sé cuántos asesores -algunos sin una certificación básica
de estudios y con dudosos méritos para estar donde está, por no
decir que es su primo casi analfabeto-, que viaje en primera con toda
la familia o que termine trabajando para una empresa a la que en su
carrera política benefició descaradamente. De esto somos todos
responsables porque hemos profesionalizado el deporte nacional de
mirar hacia otro lado.
Como me comentaba una amiga, quizá sea que en esta país todavía la
democracia es demasiado joven y aún no hemos desarrollado una
intolerancia total y absoluta hacia la falta de profesionalidad del
trabajor, público o privado. Eso es lo que pido a la llegada del
nuevo año, que se nos inocule un virus que nos haga completamente
intolerante ante este tipo de mediocridades, abusos y desastres
ocasionados por personas que tienen en sus manos algo tan importante
como la salud de nuestro sistema público. Cambios sí pero para
mejorar, no para eliminar derechos, esclavizar a la clase media,
obligarnos a emigrar para poder mantener a los que dejamos aquí y
seguir consintiendo privilegios a unos pocos. Por una vez, pido
intolerancia.
Feliz año nuevo y paz e intolerancia a todas las personas de buena voluntad.
ResponderEliminarUn fin de año maravilloso porque podemos prescindir de uvas y vestidos, además no hay que aguantar la pesada fiesta del vecino. ;-)
EliminarLa expresión "tolerancia cero" se puso en su día de moda y se usó contra la violencia doméstica, las drogas, el dopaje...pero contra la corrupción, oficialmente, ni mú. Todavía no he visto a un político quejándose de que las malas prácticas de un compañero de su partido los desacredita y les perjudica y que debe ser rápidamente aclarado tal o cual caso y expulsado el compañero. Conclusión: no son compañeros, son cómplices.
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