Memoria de la melancolía

"Llegaba decidida a todo, a abrazar las esquinas, a besar el asfalto, a encontrar hermosas las miradas, las sonrisas, los pasos, los maniquíes de las tiendas, las puertas rotas, los remiendos de las fachadas caducas y vencidas, olfateadas de perros, frotadas de gatos y ausentes de palomas. Había decidido dentro de sí la urgencia de agarrarse con las dos manos a todo lo que había huido desde tiempo remoto, pues todo para ella había consistido en llegar, cambiar, echar a andar, encariñarse e irse."




Con  este párrafo maravilloso empieza la obra de María Teresa León, Memoria de la melancolía. Una personalidad arrolladora y bella que se hace imprescindible para entender el sufrimiento de los creadores condenados al exilio en la posguerra española. Allá donde fue convirtió su hogar en lugar de acogida de artistas que vivieron su misma suerte. Le dolía el desgarro que sufría su país y la distancia con la que estaba condenada a vivirlo. Cuando tuvo ocasión de volver, la enfermedad ya había empezado el proceso de exiliarla al olvido. Años después fallecía sin saber quién era. Afortunadamente, nos ha quedado su obra para que no caigamos en el abismo del olvido.

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