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Un café con el futuro

   
Martina Bulkova(null)

 Estas últimas semanas me han dado dos consejos sabios, dos mujeres sabias. Un auténtico derroche. ¡Cuánto transcurrir de días sin escuchar nada interesante y me caen dos con apenas unas horas de diferencia!

Le comentaba a mi madre que tenía la sensación de que todo lo aprendido a lo largo de mi vida hasta ahora, en los distintos episodios más o menos intensos, difíciles, incómodos… esos que no eliges y que nadie ni nada te pregunta si quieres vivir o no, esos para los que nunca estás preparada, te tocan y tienes que buscar la forma de atravesarlos y salir de la maraña entera, con cicatrices, pero con todas las partes vitales funcionando. Pues de todo lo aprendido en esas travesías por el desierto… que ahora tenía la sensación de que nada de eso me servía. Y me contesta, con toda la tranquilidad del mundo y la serenidad propia de un oráculo, que nada de eso me iba a servir, que partiera de este momento, que intentara reconstruirme aquí y ahora. Mi madre que nunca ha leído un libro de autoayuda ni de mindfulness. Las madres pueden darte las claves de la vida en dos palabras, también pueden hundirte en la miseria con una mirada, que conste. 

BiancaVanDiijk

 El otro consejo me lo dio una amiga, de esas que escasean en estos tiempos en mi vida. De un encuentro casual, inesperado, una conversación rápida, de las que te hace de pegamento con la existencia en tiempos de desapego y de miradas esquivas al resto de la humanidad, preguntándote como esta especie ha sobrevivido tanto. Le comentaba yo con cierta urgencia, parece que no te quieres parar en esas conversaciones, por si pasando solo por encima desaparece el dichoso malestar; pues le comento que tengo una sensación de soledad -de sensaciones va la cosa últimamente, pensar mucho, pero sentir a cañonazos, sin medida, sin control, una mierda absoluta- una sensación de soledad infinita, interna, fría, un abismo en el interior, donde no ves el final, ni una lucecita al final del túnel. Un lugar donde a veces me pierdo, pero al que no consigo cartografiar. Pues mi amiga, sabia también, pero con menos capacidad de destrozarte que las palabras fulminantes de una madre en forma de oráculo, me dice: vete acostumbrando a esa sensación porque, en líneas generales, se quedará contigo y es posible que aumente con los años. Buscarse en la soledad, encontrarse es otra cosa.

Cuando las palabras vienen de sabias con más años que yo, pienso que es el futuro el que me habla, que ha venido al café y se ha sentado enfrente, y me mira con esos ojos brillantes que se les ponen a las personas que saben lo que va a ocurrir, que ya pasaron por aquí, que también se sintieron solas y se hicieron preguntas. Yo tengo la suerte de que lo compartan y hacemos comunidad desde el silencio de la experiencia vivida y el eco de las cicatrices cerradas, pero vivas.

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