Una vida cualquiera I (Relato)


Hay algo mágico en levantarse temprano y ver amanecer. Desde mi cama escucho a Jorge preparar el desayuno en la terraza. La mañana ha despertado agradable y serena y nos dejará disfrutar de esta maravillosa vista. La brisa fresca, Lisboa a nuestros pies ¿Qué más se puede pedir? El tiempo es cálido aún y en estas primeras horas se agradecen los soplos de aire  frío que  dan comienzo al día.

Es un placer volver a esta ciudad. Hemos pasado varias semanas en la costa y recorriendo el sur. Ahora ya estamos de regreso en la hermosa Lisboa de calles adoquinadas y cuestas imposibles. Siempre me he preguntado cómo algunas mujeres pueden usar tacones en este suelo endemoniado, irregular, resbaladizo. Quizá tanta cuesta ya invita a verlo todo desde arriba, para qué ponerte unos tacones.

Siempre quise venir. No sé por qué. Cuando era una niña, mi padre me regaló un enorme mapa. Me dijo que el mundo era demasiado grande para que pudiera contenerlo en mis manos, pero que tenía dos piernas para recorrerlo paso a paso. “Puedes ir donde quieras”. “¿Dónde quiera?” “Sí, donde quieras. ¿Dónde quieres ir?” “A Portugal y a África”. Aún recuerdo las risas de mi padre por una elección tan dispar. No sé cómo se me ocurrieron esos sitios. Posiblemente mi elección de África tuviera mucho que ver con las películas de Tarzán que veíamos los domingos a mediodía. Pero... ¿Portugal? Papá. Papá…

La casa de la costa era estupenda: mucha luz, tranquilidad, el mar muy cerca y un fabuloso bosque a nuestras espaldas. Parajes por los que perderse: piedras, arenas, montañas y árboles sin pensamientos algunos incrustados en sus formas.  Conseguí por fin terminar allí mi novela y se me han ocurrido un par de buenas ideas para nuevos proyectos. ¡Qué emocionante cuando surge un propósito! Todo empieza otra vez. Creo que es lo más parecido a estrenar una vida, una etapa distinta donde todo está por hacer, de nuevo la oportunidad de la página en blanco, de enmendar errores, de escribir con buena letra porque ahora tienes más experiencia. Una vez más te repites: en esta ocasión lo haré mejor.

También perfilamos el nuevo proyecto colectivo. En unas semanas vendrá Jose y seguiremos trabajando en ello. Espero que no tenga problemas para salir del país, las cosas están muy extrañas últimamente…No, tampoco quiero pensar en eso. Hoy es un día luminoso donde los fantasmas no tienen cabida. No voy a dejar que entren. Hoy no. He pagado mi precio por dejarlos lejos.

Jorge leyó mucho los días que no estábamos en ruta, en la playa. Eso le produce un optimismo pueril, una ilusión permanente, casi diría que inalterable. El mundo se le vuelve hermoso cuando lee sin parar. Qué fácil parece, ¿verdad? Yo nadé y caminé muchísimo.  Me encantan esos bosques tan cerca de la costa ¡Y ese mar! Me gusta andar sin parar, subir, agotarme hasta sentir que no puedo más y luego sentarme en algún lugar, mirarlo todo y notar mi infinita pequeñez. Luego recuerdo que debo bajar por mi propio pie,  y que es mi cabeza la que se queja, no mi cuerpo.  Mi cuerpo siempre puede un poco más, ya me lo ha demostrado en otras ocasiones.

                                                                                                              
                                                                                  Continuará...

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