Estamos rotxs




No quiero mirar al futuro. Ahora, por unos instantes, voy a reflexionar sobre este momento presente, es más, voy a cometer el sacrilegio para todx yonqui del pensamiento positivo, de mirar atrás. Pueden dejar la lectura aquí y contactar con Mr Wonderful, lo entiendo, aunque les advierto que anda en busca y captura. En este momento es más fácil pillar a Bansky en el metro londinense. 
 
Hemos, ESTAMOS pasando una pandemia mundial. El mundo tiene un problema transcendental que aún no sabe cómo resolver, lo más que nos ha acercado a una solución ha sido el encierro durante meses, taparnos la boquita –si incluyera silencio, no estaría del todo maly venga a lavarnos las manos como si no hubiera un mañana o, más bien, si es que quieres que haya un mañana, depende de tu nivel de apego a la vida. Con estas medidas, ustedes me dirán cuál es el control que creen que tenemos sobre eso que es invisible a los ojos, el bicho 19 plagiando a  El principito, así estamos. 

Sigue muriendo gente, sigue habiendo ingresos hospitalarios y cambios en el comportamiento de un virus demasiado nuevo para que hayamos encontrado todas las respuestas. Nos lo tomaremos como un ejercicio de humildad, repitan conmigo: NO SABEMOS casi NADA. 


Aunque vivamos en el “primer mundo”, aunque seamos una cultura hiperconectada, no nos libramos de una situación más propia de una mala película de mediodía que de las portadas de los periódicos. No, no todas las respuestas están al otro lado de la pantalla. Toca asumirlo: es importante o el próximo paso será sobre arenas movedizas.

Igual que tenemos que recordarnos, por lo visto, que hemos pasado una experiencia imposible de creer hace unos meses… confinamiento, enfermedad, encierro, mascarillas, geles, desinfección, distanciamiento, pabellones deportivos convertidos en hospitales, pabellones deportivos convertidos en morgues, personal sanitario perdido dentro de trajes imposibles o sin trajes imposibles tras los que perderse y sus consecuencias posteriores, con contratos de quince días, por si se  “enviran” no pagarles la baja; fichads en la puerta de la facultad, rescatads de la jubilación, llamads de otras comunidades, dejando a su familia o viviendo en el garaje para no ponerlos en riesgo.

No abrazos, no reuniones, no viajes, no afectos tangibles, una hora al día para salir durante tiempo –en el mejor de los casos. Pacientes que han muerto lejos de sus círculos sagrados, familiares que no pueden despedir a sus enferms, pacientes olvidads, relegads porque su urgencia ahora no es una urgencia... aunque también mate, pero más despacio. 

Trabajadors en primera línea de fuego: mal pagads, mal considerads, abandonads a su suerte –camioners en carretera sin un lugar donde asearse, comer o descansar para poder llevar lo que sea a las estanterías de los supermercados, para que el mundo confinado tenga “algunos caprichos” que llenen sus michelines, porque, claro… “ya que estamos confinados, hombre, total, bastante tenemos, que bien que nos lo merecemos por aguantar esto, que muy bien nos estamos portando, blablablá”.

Bulos, mentiras, fakes, intereses políticos, intereses económicos, empresarixs sin escrúpulos, políticxs sin escrúpulos, periodistas sin escrúpulos… una sociedad de mierda que, obviamente, flota, como es su naturaleza. Y se queda todo al descubierto, ahí, en la superficie, a la vista del planeta.


Teletrabajo, conciliación ¿concilia, qué?, cuidados, teletrabajo otra vez, mujeres maltratadas encerradas con sus asesinos potenciales… o en acto –las cifras se han disparado, mujeres encerradas con sus verdugos, hijs encerrads con sus verdugos; teletrabajo –no te quejes, que no te ha tocado un ERTE–. Negocios que cierran, empleads sin ERTE ni prestación posible. Autónoms arruinads… y ahora ¿cuidados? ¿Quién cuida? ¿Cómo? ¿Cuándo? Pequeñs trabajadors en negro, sumergids en su economía, ahogads por un sistema que no ls reconoce porque huían de ese sistema… la precariedad les engulló, aún mastica con calma. La precariedad es como los rumiantes, tiene muchos estómagos.   

A esta lista, que puede ser interminable, hay que sumarle la lista de cada cual, las vicisitudes que cada unx ha vivido en primera persona o en su propio círculo. Te dejo un espacio para que completes y hagas “el ejercicio resiliente” del día, si tu lectura ha llegado hasta aquí, Mr Wonderful te mandará una tacita con tu nombre y una estrellita sonriente, cuando lo encontremos, claro.


Tu lista:  ………………………………………………………………………………………...........................................................
………………………………………………………………………………………………………............................................................
………………………………………………………………………………………………………............................................................




El estado de alarma se declaró en España el sábado 14 de marzo de 2020. Ese fin de semana ya había conciertos y eventos varios organizados en la red… porque somos una sociedad que se reinventa, porque somos RESILIENTES, porque superamos las dificultades, porque nos gustan nuestras cicatrices y las mostramos sin vergüenza alguna, porque estamos muy orgullosxs y somos conscientes de que todo lo que pasa deja su huella y así hacemos camino, porque hemos aprendido la maravillosa palabra kitsugi, el arte japonés de embellecer las cicatrices… ¿en serio? NO.
No nos podemos curar si primero no hemos estado enferms, si no dejamos que la herida cicatrice, si la tapamos rápido, si no se airea, si nos tomamos enseguida el calmante para que no duela, así no sabemos dónde está el dolor; si no bajamos al fondo –o al primer sótano, al menos– cómo vas a subir, subir a dónde, subir a qué, subir cómo. Pretendemos controlar el tiempo, no perder el tiempo... ¿curarse en perder el tiempo? Pretendemos seguir adelante, seguir produciendo, lo que llamamos "seguir con nuestra vida"... ¿Es a nosotrxs a quién beneficia esto? ¿Sí? ¿Seguro?


Claro que está siendo un año de mierda, claro que nos sentimos mal, claro que nos ha pasado factura (y fractura) y que no sabemos cómo va a continuar todo.  Aunque tengas los armarios ordenaditos, aunque te hayas puesto a entrenar por primera vez en tu puta vida ─por obra y gracia del gym Youtube, aunque te salgan los “cakes” –queques de toda la vida como nunca y comas tu propio pan… y eso que ni sabías que ese hueco donde guardabas los cacharros era un horno; aunque hayas leído todo lo que tenías pendiente... estamos rotxs. Como dice mi madre: tenemos el espíritu marchito, gracias mamá.

Aunque digas que estás súper feliz de volver a ver a tus colegas, aunque sea con pico de pato –por favor, ponte la mascarilla, oye y… ¿a nadie se le meten las pelusillas en la nariz?–. Aunque hayas asumido cambiar el achuchón por la chorrada del codito, aunque pienses que tienes que estar infinitamente feliz porque has tenido la suerte de que tú y tu círculo sagrado están bien, aunque creas que te has acostumbrado a todo esto… la vida detrás de una mascarilla es un auténtico asco.


Me dijo una amiga ayer que se me veían los ojos más pequeños… llevo las gafas en la punta de la nariz para que no se empañen, contesté. Pero me quedé pensando… sí, los ojos están más lejos, el mundo está más borroso, más triste, más vacío. Y no, no me gustan los ruidos, ni las aglomeraciones, no echo en falta el mogollón, pero el mundo está vacío porque falta gente, porque falta empatía, porque ls que estamos no nos podemos –por seguridad, por ti, por mí– fundir en un abrazo y… todavía, TODAVÍA, no sabemos darnos afecto de otra manera. ¿Por qué? PORQUE ES MUY PRONTO, repito para que me oiga también quienes no han llegado leyendo hasta aquí… P-O-R-Q-U-E-E-S-M-U-Y-P-R-O-N-T-O. Porque nos sigue llegando el tema virus hasta la garganta y nos mantenemos de puntillas, para no atragantarnos; porque se necesita tiempo para gestionar TODO lo que ha pasado y LO QUE ESTÁ PASANDO, porque ni siquiera sabemos-entendemos-aceptamos lo que está sucediendo.  



No, si te sientes mal, desanimadx, triste, preocupadx, siempre o a ratos… no eres ni un bicho ni una bicha rara. El mundo, tal cual lo conocíamos, se ha ido al carajo… posiblemente esto pase, todo pasa, no sabemos cuándo ni cómo, pero pasará… o pasaremos nosotrxs, aquí no nos vamos a quedar eternamente. La cuestión es que no se puede empezar a recuperarse de algo cuando no ha habido tiempo ni de que ese algo pase ni de que tú lo digieras. Todo lleva un proceso, todo requiere encontrar su ritmo. Tal vez necesites parar y decir, abiertamente, ¡no me lo puedo creer! ¡¡Se me rompe el alma!! 

Alguien me comentó hace unos días que todo le parecía tan triste en su trabajo… que teníamos que hacer algo para volver a llenar los espacios vacíos, para volver a escuchar los ruidos por los pasillos… ¿Hola? ¿Estás ahí neurona perdida? Lo que hay que hacer es terapia de grupo… con distancia, con mascarilla, mucho alcohol –gel también–… hablemos de esto y no de reconstruir un mundo que aún se cae a cachos, porque todavía no es el momento, porque aún se sigue cayendo, porque hay que sanar y luego reconstruir, porque hay que reconstruirse y así ser parte de la reconstrucción comunitaria, porque solo así podremos darnos cuenta de lo que teníamos y de lo que queremos… a lo mejor, ahora mismo, no coinciden.



Harta de la “normalización”, harta de la puta resiliencia inmediata –no, eso no existe por mucho libro, cuaderno, coach que lo ponga en su tarjeta–, harta de una sociedad que se cree que todo –emociones y procesos de construcción o deconstrucción incluidos– puede ir tan rápido como la fibra óptica o el dichoso 5G. ¿Por qué parece que esté tan mal sentir? ¿Por qué parece ser un problema añadido sentirse triste por todo lo que ha ocurrido, lo que ocurre, por las miles de dificultades que se han empeñado en coincidir en estas hojas del calendario?  

La sociedad de la apariencia, no solo física –que ya es cruel hasta puntos insospechados– ahora también nos castiga con la apariencia de la felicidad que, supongo que siempre ha estado ahí pero que en estos momentos de incertidumbre, se me antoja insufrible; en un tiempo que creo de reconstrucción y que requiere de eso, TIEMPO. Tiempo, ayuda, empatía, generosidad, amor a raudales –amor propio y hacia ls demás–, miradas en calma, disfrute, paciencia, PACIENCIA, descanso, silencio, ruido, amistades, familia… soledad, también, soledad quizás; serenidad, sosiego, quietud, paisajes, paseos, largos paseos, miradas tiernas con o sin pico de pato. Respeto, mucho respeto a los procesos propios y ajenos. Autocuidados, AUTOCUIDADOS. 

Alegrarse por las pequeñas cosas que vamos recuperando, las que hemos ganado y antes no estaban alguna sí que hay, revisen bien, eso es importante pero… ¿de verdad que piensan que “saldremos” si no nos permitimos vivir el proceso? Los procesos, los caminos de cada cual. Ni fuertes ni nada, se trata de salir, de recuperarse, de aceptar que no todo se resuelve en dos o tres o cuatro meses… ni se sale ni se hace músculo emocional viviendo en El planeta imaginario –referencia generacional. 

Sí, estamos rotxs, al menos muchxs, al menos yo… Sí, cada cosa me pesa una tonelada, lo que en otro momento hubiese sido el agobio de buscar un hueco en la agenda, el impacto de una noticia por el diagnóstico médico de una amiga –abrazos, comida y acompañamiento–, la sorpresa por desgracias ajenas, personas que se van inesperadamente, el dolor por la distancia y las ausencias, los desgarros propios de la vida… ahora es una pesadilla, una suma que no puedo cerrar porque siempre hay un sumando más –no sumes, no sumes, me dice la cabeza y el corazoncito con la tiza en la mano.


Así que lo digo, lo escribo a manos llenas: esto es una mierda, harta de muchas cosas, del vaho de mis gafas, de mis ojos chiquitos, de la desgana que me visita por momentos, de la gente que vive en la parra y no se cuida –y no te cuida–, de la gente que vive en la parra y piensa que ya está, que está todo bien, harta de la tiranía del buen rollismo, como si nos ofendiera decir que estamos tristes, que nos cuesta esta nueva realidad, que por mucho que lo intentemos no: no es ni será lo mismo. 

Y triste porque parece que si COVID no pasó por tu casa y se llevó a alguien, o te dejó en el paro, no puedes sentir la pena por todo lo que está pasando, en otros hogares y lugares del mundo donde aún recogen cadáveres y sus recursos están lejos de ser los nuestros, por mucho que nos quejemos de esos recursos que nos cuidan. 

Pregúntate cómo te sientes. Pregúntame cómo me siento… sabré que te importo. 

Pide ayuda si la necesitas, habla con alguien de confianza, ayuda profesional, charlas con amistades ... lo que sientas. Y no pienses, ni por un momento, que solo te ocurre a ti. Respétate.

Comentarios

  1. Desgarrador, pero necesario👏👏👏

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias. ;-) Cansada de la tiranía de la sonrisa... y triste por la gente que sufre en silencio.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Súper Sorda de Cece Bell

La gente hace la cultura

Hilos de colores