Tomarse su tiempo

Leo la última entrada y todo ha cambiado tan poco que me confirma lo acertado de mi necesidad de ausentarme, de dar(me) tiempo y la escasa importancia que esto tiene. Una vez más esa afirmación de que el tiempo es relativo me parece de lo más oportuna, aunque prefiero la versión más poética y, por supuesto, menos práctica -marca de la casa- de que el tiempo no importa. 

A simples mortales casi dos años de pandemia nos puede parecer realmente mucho, pero quién dijo que el tiempo de un virus o de un volcán fuese el mismo que el de una especie que siempre tiene prisa, que tiene poca memoria, que hoy aplaude y mañana se niega a ponerse la vacuna; para quien estar en redes es sinónimo de "ser alguien", "de estar" (¿vivo?). (Miro sorprendida un cartel en una sala donde se toman muestras para saber si se tiene covid: prohibido hacer fotos o grabar vídeos. ¿En serio? Pues sí, si está ahí es que fue necesario ponerlo)

No, el mundo, los volcanes y los bichos minúsculos, tienen su propia concepción temporal. Tal vez en algunos casos, como en el de los bichos minúsculos, sí que podamos hacer algo al respecto. Está claro que se tienen que dar ciertos condicionates: que se ponga interés y medios -vacuna en tiempo récord-, que la cuestión económica tenga un enorme peso, que haya fotos para apuntarse los tantos, que haya oposición para apuntarse los tantos, que haya prensa para que cuenten quién se apunta los tantos... lo de siempre, vamos. Todo cambia y todo sigue igual.

Y por el camino se nos quedan cuestiones aún más chiquitas que el propio bicho y que son, igual que el uso de la mascarilla y la distancia de seguridad, de enorme importancia o, al menos, eso es lo que nos parece. Igual resulta que tampoco importa tanto. 

Decidí, esto no es del todo correcto, digamos que se impuso una necesidad en mí, de no escribir, no leer, no estar en redes sociales, no asomar la cabeza... no estar (viva sí que estaba, así que certifico empíricamente que seguimos siendo "algo", tal vez para muchs no "alguien", cuando desaparecemos del mundo virtual). 

He constatado en este tiempo, que hay más cosas de las que creía que me dan exactamente igual, que me importan bien poco. Eso no significa que en algún momento no me resultase de un gran interés, pero he comprobado, ay sorpresa, que se puede cambiar de opinión, que los caminos no son tan rectos como pensaba, que hay más de una dirección que tomar, que se puede desaparecer y sentirse de los más cómoda... aunque, si continúo con mi ataque de sinceridad, al principio la primera sorprendida fui yo. 

¿Cómo no me apetece hacer lo que siempre he querido hacer? ¿Cómo puedo dejar este sendero maravilloso que me ha costado tanto tomar y en el que he conseguido, por fin, avanzar unos minúsculos pasos? ¿Cómo siento el enorme deseo de desintregarme telemáticamente como si nunca hubiese existido en ese mundo paralelo? ¿Cómo me puede importar cero no estar y no querer estar? Un drama, un drama siglo XXI de persona privilegiada del primer mundo.

El drama en forma de preguntas no duró demasiado, aunque de vez en cuando volvía a aparecer haciéndome sentir un bicho raro, un bicho más raro, quiero decir. Recuerdo a un amigo del pasado que me decía: ¿no creerás que la mayoría de la gente es tan rara como tú, que les gustan las mismas cosas raras que a ti? Yo no contesté pero sí que creía que yo no era rara porque, efectivamente, pensaba que todo el mundo tenía los mismos intereses, bizarros por lo visto, que yo. Ese amigo no era raro... supongo que por eso es "un amigo del pasado". 

Cuando se llega a ese punto donde te das cuenta que son tan poquitas las cosas importantes... se flota, te haces una con el universo (mentira, pero me apetecía el momento flower power y es un homenaje a otra amiga del pasado, voy cumpliendo años, cada vez tengo más pasado) y te sientes más libre, porque un montón de etiquetas que te habías/habían colgado, se quedan en blanco y a mí la página en blanco siempre me ha parecido un regalo, una invitación a empezar algo nuevo.Y aunque nunca está del todo impoluta ese trozo de papel... es perfectamente válida para volver a garabatear. 

Qué bueno es darse tiempo, qué bueno es entender que no importa que no entiendas nada, qué bueno es confiar en algo más que en tu cabeza, que es tan chiquita y tiene tan pocos referentes; qué bueno es darse cuenta de que el mundo es mucho más amplio que tu idioma, tu país, los medios que ves, la gente que conoces. Y, a la misma vez, qué bueno es sentir que no hay nada más importante que ese punto minúsculo, sin materia, que se esconde en algún lugar dentro de ti y te dice que esperes, que te tomes tu tiempo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Súper Sorda de Cece Bell

La gente hace la cultura

Hilos de colores